jueves, 16 de febrero de 2012

Pastoral Americana (American pastoral, 1997). Autor: Philip Roth.

Pastoral americana (American pastoral, 1997)

Philip ROTH
Páginas: 520
Editorial Mondadori (bosillo)
Traducción de Jordi Fibla.


Philip Roth. Un autor americano:

Escritor estadounidense (nacido en EEUU en 1933) representante de la "escuela judía" de la novela norteamericana. Nació en Newark (Nueva Jersey), y estudió en las universidades de Rutgers, Bucknell y Chicago. Enseñó inglés en las universidades de Chicago y de Iowa.). La obra de Roth se caracteriza por analizar con fino humor las desesperanzas y fantasías de los judíos estadounidenses aunque también pinta de una manera sarcástica a la clase media en general.

Ésta fue la primera novela que leí del escritor judío-americano Philip Roth, y tras la lectura, años después,  de toda la serie Zuckerman, probablemente estamos ante su mejor obra.
La novela está estructurada en tres actos o tiempos:

1.- El paraíso recordado:

El escritor Nathan Zuckerman (“alter-ego” de Roth) rememora su infancia en Newark (New Jersey) y el profundo impacto que le causó otro alumno de su escuela, Seymour Levov, conocido por todos como el “Sueco”:
“El Sueco... Durante los años de la guerra, cuando yo todavía iba a la escuela primaria, ése era un nombre mágico en nuestro vecindario de Newark, incluso para los adultos a los que sólo una generación separaba del viejo gueto de la calle Prince y que aún no estaban tan impecablemente americanizados como para quedarse como si les hubieran dado un balonazo en la cara ante la destreza de un atleta de escuela media. Su nombre era tan mágico como su rostro anómalo. Entre los pocos alumnos judíos de tez blanca en nuestra escuela, donde preponderaban los judíos, ninguno poseía nada que se pareciera ni remotamente a la máscara vikinga inexpresiva y de mandíbula escarpada de aquel rubio con ajos azules nacido en nuestra tribu con el nombre de Seymour Irving Levov”. (página 13)

Zuckerman era muy amigo de  Jerry Levov, hermano de “el Sueco”, y en sus visitas en el hogar de los Levov, empieza a elucubrar una pequeña gran historia social americana:  “El Sueco” era un Kennedy judío, campeón escolar y universitario en tres deportes: baloncesto, fútbol americano y béisbol. Verdadero orgullo judío por su gran capacidad atlética y su profunda bondad. Zuckerman recrea el ambiente de los años 40 y 50 en Estados Unidos: 

“Recordemos aquella energía. Los norteamericanos no sólo nos gobernábamos a nosotros mismos, sino también a unos doscientos millones de personas en Italia, Austria, Alemania y Japón. (...) Solo nosotros teníamos el poder atómico (...) Nuestro curso dio comienzo en la escuela de enseñanza media seis meses después de la rendición incondicional de los japoneses, en el apogeo de la mayor embriaguez colectiva en la historia norteamericana, y la súbita acometida de energía era contagiosa. A nuestro alrededor no había nada exánime, el sacrificio y la incomodidad habían terminado, la Depresión pertenecía al pasado, todo estaba en movimiento” (página 59-60)


Pasados los años, en los 80, Zuckerman es ya un renombrado escritor, se encuentra con “el Sueco” y ambos cenan juntos. En esa cena “el Sueco” le pide que escriba la historia de su padre e hija (las dos personas que más han influido en la vida de Seymour). Días después Zuckerman, en una reunión de antiguos alumnos de Newark, se topa con Jerry Levov (hermano del Sueco), y éste le comunica la muerte del Sueco. Le explica el calvario que toda la familia Levov padeció ante un hecho terrorífico. La hija del “Sueco”, ayudada por un grupo terrorista,  a los 16 años, en plena guerra de Vietnam colocó una bomba en la única oficina de correos del pueblo, causando la muerte de un vecino (el médico de la localidad).
Jerry Levov expresa el dolor familiar ante tal desastre :

“ (...) Aquella bomba hizo saltar su vida en pedazos. La verdadera víctima de la bomba fue él. (...) Meredith Levov, la hija de Seymour. La “terrorista de Rimrock” era la hija de Seymour, la alumna de escuela media que hizo volar la oficina de correos y mató al médico, la chica que detuvo la guerra de Vietnam cargándose  a una persona que enviaba una carta a las cinco de la madrugada, un médico que se dirigía al hospital. (...) Le trajo a Lyndon Johnson la guerra a casa al volar la oficina de correos que estaba en la única tienda del pueblo(...) Tipismo norteamericano. A Seymour le gustaba el tipismo norteamericano, pero a la chica no. Él la sacó del tiempo real y ella le hizo volver del todo a la realidad.”

Por otro lado, toda esta parte consiste en la recreación de la vida de la familia del Sueco.  Roth realiza una certera y ajustada bio-socio-grafía de la comunidad judía de New-Jersey. Los Levov, judíos centro-europeos, llegaron a los Estados Unidos a finales del siglo XIX. El primer Levov que arriba a EEUU empieza a ganarse la vida en el curtido de pieles animales. Poco a poco este primer Levov aprende el oficio de trabajar la piel animal. Enseña el oficio a su hijo Lou. Esta primera generación nacida en America (Lou Levov, padre del Sueco) ya empieza a disfrutar de una subida del escalón social. Lou (gracias a las enseñanzas de su padre) empieza en solitario a trabajar la piel; aprende el oficio desde la base del proletariado judío:

“Su padre, el abuelo del Sueco Levov, llegó a Newark, procedente del viejo país, en la década de 1890, y encontró trabajo como descarnador de pieles recién extraidas de la cuba de cal, el único judío al lado de los inmigrantes más rudos de Newark, eslavos, irlandeses e italianos, empleados en la curtiduría del magnate del charol T.P. Howel, que estaba en la Nuttman...” “El hijo, Lou (el padre del Sueco Levov), ingresó en la curtiduría cuando salió de la escuela, a los catorce años, a fin de ayudar al sostenimiento de los nueve miembros de la familia, y llegó a ser un experto no sólo en teñir el cuero flexible extendiendo el tinte de arcilla con un cepillo plano y rígido, sino también en la selección y clasificación de pieles...” (páginas 23-24)
A base de años y de una dureza vital descomunal, Lou Levov crea una empresa de fabricación de guantes de piel animal, en Newark. El sueño de Lou es que su negocio sea seguido por su hijo Seymour, verdadero orgullo de toda la comunidad judía de New-jersey. Seymour o mejor dicho, “el Sueco” es la quinta esencia de la burguesía judía americana. Atleta con semblante nórdico, magnífico estudiante, respetuoso con las tradiciones familiares, enrolado en los marines durante la Segunda Guerra Mundial. El gran sueño del Sueco es el de formar la perfecta y harmónica familia americana: esposa guapa, sana y fecunda, e hijos sanos y seguidores a su vez de todos los ritos pequeño burgueses de ese mundo  W.A.S.P (blanco, anglosajón y protestante) al que toda su genealogía judía ha  luchado por ser aceptada entre esos “gentíles” neo-coloniales.
A partir de este momento Roth encara lo que será el cuerpo de la novela: la vida del Sueco.

Puede resumirse en los siguientes puntos:
a)      El Sueco sigue el negocio de su padre Lou Levov, consistente en la fabricación de guantes. La familia posee una fabrica en Newark (New-Jersey), otra en Puerto Rico y una tercera, en copropiedad, en Checoslovaquia.
b)     El Sueco contrae matrimonio con Dawn Dwyer, verdadera belleza irlandesa, católica. Dawn fue Miss New-Jersey en los años cincuenta. El Sueco tuvo un cierto enfrentamiento con su padre por casarse con una mujer católica y no judía.
c)      El matrimonio Levov-Dwyier tiene una hija llamada Merediht, alias Merry (“Felicidades” en castellano). Merry desde su adolescencia deviene tartamuda y recibe clases con terapeutas y logopedas  (Sheila Salzman es su logopeda) para subsanar ese problema. Los tres residen en una gran residencia rural, en la que la esposa cuida ganado (vacas) en old-Rimrock,  Newark (New Jersey).

2.- La caída:

Esta segunda parte empieza  con el proceso de rebelión y fuga de la adolescente Merry. En plena guerra de Vietnam (finales de los 60), Merry tiene 16 años y empieza a incubar una ideología subversiva y violenta. A menudo viaja a Nueva York, sin el consentimiento de sus padres, asiste a reuniones clandestinas de grupos extravagantes. Un buen día Merry, con la ayuda de otros terroristas, coloca una bomba en la estafeta de correos -de una tienda de ultramarinos de la familia Hamlin-, en pleno Newark. De resultas de la explosión fallece el médico del pueblo Sr. Fred Conlon. Merry se dá a la fuga y desparece del mapa. La familia del Sueco queda literalmente destrozada por semejante drama. El Sueco se pregunta qué ha hecho mal en la educación de su hija, y cómo ésta ha acabado convertida en un verdadero monstruo.

Todo ese mundo soñado es derribado y arrancado de cuajo con el atentado de Merry en Newark y la muerte del Doctor Conlon. El Sueco y su esposa Dawn sufren tal depresión que ya nunca volverán a ser los mismos.

Años después, una amiga de Merry, Rita Cohen, le envía una carta al Sueco, remitiéndolo al lugar donde trabaja Merry. Se trata de un hospital cochambroso, cercano a Newark. El Sueco acude a aquél lugar y se reencuentra con su hija. Ésta le explica que ha estado viviendo en la clandestinidad durante cinco años con el nombre falso de Maria Sultz, y que forma parte de la secta de los “Jainitas” (secta de origen hindú que solo se alimenta de hierbajos) . Merry vive como una pordiosera en una especie de antro desvalijado,  posiblemente en el peor barrio de Nueva Jersey, y por extensión de Estados Unidos. El Sueco adquiere conciencia del grado de degradación física y mental  a la que ha llegado su hija, y éste  le ruega que vuelva a casa. Merry se niega y encima le espeta que durante estos años participó en otros atentados, con el resultado de cuatro muertos inocentes en total. El Sueco palidece y entra en una profunda depresión. Todo su mundo se viene abajo:
“Tres generaciones, todas ellas creciendo, trabajando, ahorrando, teniendo éxito. Tres generaciones entusiasmadas con Estados Unidos. Tres generaciones para fusionarse por completo con la población del país. Y ahora, con la cuarta generación, todo se había quedado en nada. La destrucción absoluta de su mundo...” (páginas 295-296)

3.- El paraíso perdido:

Toda esta parte empieza y acaba con una cena que el matrimonio Levov-Dwyer ofrece a sus allegados (tres matrimonios) en su mansión familiar de Old-Rimrock. Los invitados son:  los padres del Sueco; Bill y Jessie Orcutt (terratenientes de Nueva Jersey); Marcia y Barry Umanoff (matrimonio judío neoyorquino); Sheila y Shelly Salzman (logoterapeuta de Merry y psiquiatra de Dawn respectivamente).

En toda esta parte Roth realiza una tarea narrativa magistral. Mientras se celebra la cena, el Sueco recrea mentalmente toda su vida familiar en Nueva Jersey así como su encaje en el corazón de la América WASP. Aunque bien mirado no es el Sueco el que habla en primera persona sino que el verdadero narrador el Nathan Zuckerman (alter-ego de Roth)  el que va desgranando la historia de la familia Levov, a petición del Sueco en aquella cena ya comentada.

El Sueco recuerda el día en que llegaron por primera vez a Old-Rimrock, feudo tradicional del mundo protestante anglosajón, siendo William Orcutt III (Bill para los amigos) su máximo exponente. Orcutt es el descendiente de una amplia saga americana protestante, originaria de la Irlanda protestante Unionista, arribada a América casi desde el Mayflower. La esposa del Sueco, Daw (una irlandesa católica)  lo expone claramente:

la única diferencia entre ellos y nosotros (por “ellos” se refería a los protestantes) estriba, por nuestra parte, en un poco más de licor, y no mucho más, por cierto” (página 368)

Por otro lado, el Sueco, un judío americano, cuya familia carece de ese pedigreé anglosajón, reflexiona sobre esa cuestión histórica:
“En cuanto a los antepasados, su familia no podía competir con la de Orcutt... en un par de minutos se habrían quedado sin antepasados. Si volvían  a los tiempos anteriores a su instalación en Newark, al viejo país, nadie sabia nada. Desconocían los nombres y todo lo relativo a sus familiares antes de Newark, no sabían como se ganaban la vida y no digamos por quién votaban. Pero Orcutt podía recitar una lista interminable de antepasados. A cada peldaño que los Levov ascendían en Norteamérica había otro peldaño que alcanzar, pero aquel hombre estaba  a lo alto de la escalera (pág.374)
“El resentimiento judío podía ser tan malo como el resentimiento irlandés” (página 375)   

El Sueco también recuerda cómo ambas familias (los judíos Levov y los católicos Dwyer) llegaron a aceptar su matrimonio con Dawn. En mi opinión se trata de  la parte fundamental de la novela, en la medida que Roth aporta luz sobre una cierta mentalidad social americana. Concretamente el párrafo que sigue es, a mi me lo parece, el más importante de toda la narración. Hace referencia a ese momento social (el día de Acción de Gracias) en que todos ofrecen al prójimo un momento de respeto ante la religión o ideología del otro, lo que Roth denomina como “una moratoria”, ese instante temporal en que lo importante no es tu mundo mental sino el espacio común americano:

“Las dos familias se reunían  todos los años para cenar el día de Acción de Gracias en Old Rimrock (...) Una moratoria sobre los alimentos curiosos, las maneras no menos curiosas y la exclusividad religiosa, una moratoria sobre los tres milenios de nostalgia de los judíos, una moratoria sobre Cristo, la cruz y la crucifixión para los cristianos, cuando todo el mundo en Nueva Jersey y los demás lugares puede ser más pasivo sobre sus irracionalidades de lo que lo son el resto del año. Una moratoria sobre todos los motivos de queja y los resentimientos , y no sólo para los Dwyer y los Levov sino para todos los demás norteamericanos que sospechan de todos los demás. Es la pastoral americana por excelencia y dura veinticuatro horas...” (página 486)


Conclusiones de “Pastoral Americana”:

Roth confiere a su novela dos niveles de lectura, a través de dos tipos de conflicto:

1.- Conflicto generacional:
No cabe duda de que Roth enfrenta dos generaciones distintas de la América de la segunda mitad del siglo XX: Los hijos de la Gran Depresión, que lucharon en la Segunda Guerra Mundial y vivieron la “edad de oro” de la República providencialista de Roosevelt y del New-Deal se enfrentan a una nueva generación que odia la guerra de Vietnam y que se criaron contemplando como esa República se convirtió en Imperio belicista. El Sueco y su hija Merry nutren las filas de ambas Américas. El choque es brutal. A raiz del asesinato de JFK y Martin Luther King, el Watergate etc, en los hogares norteamericanos se inocula un virus inesperado. Una guerra interior en el núcleo familiar. Roth hace hincapié en cómo la paz y felicidad familiar puede convertirse en un verdadero infierno. Merry es educada como lo sería una “gentil”, hija del poder económico, reniega de él y se erige en un monstruo familiar incontenible. En las últimas líneas de la novela, Roth se pregunta ¿Qué hay de reprobable en la vida de los Levov? Esa es una pregunta inquietante. El Sueco encarna la inocencia absoluta.

2.- Conflicto de castas:

La historia norteamericana es también la historia social de yuxtaposición de castas sociales. En esa pirámide, se encuentran en la cúspide los Protestantes blancos, anglosajones y prostestantes (White-Anglo-Saxon-Protestant), siendo la zona media piramidal la formada por católicos y judíos.
Los Levov-Dwyer son conscientes de que siempre estarán en esa zona media y que por  mucho que les pese nunca alcanzarán esa cúspide WASP.


miércoles, 15 de febrero de 2012

Guerra y paz. Autor: Lev Tolstói.

Guerra y paz.
Lev Tolstói
Editorial Mario Muchnick editores
Traducción de Lydia Kúper

Tolstói narra como un agricultor  siembra sus prados, utilizando las palabras como aquellos usan un azadón y un rastrillo. Con el amor a la tierra y la pasión de un “mujik” ruso.

Josep Pla dejó escrito que ésta era la más alta e inteligible novela escrita en la historia de la literatura. Totalmente de acuerdo.
Para el escritor ampurdanés Tolstói era el Homero de la literatura. Su prosa es continua, sostenida, entendible e inmutable. No hay momentos de resplandores o climax extenuantes (como pasa con Victor Hugo o Stendhal) sino que todo el cuerpo narrativo tolstoiano fluye mansamente pero con la regularidad y la certeza de un inmenso río que desemboca al mar.
Impresionan sobremanera  todas las descripciones de bailes y fiestas de la alta sociedad peterburguesa,  las relaciones sociales de esa aristocracia rusa afrancesada y parásita, la génesis de los matrimonios de conveniencia concertados por dicha clase social,  la minuciosa y escrutadora ( hasta el delirio) descripción de las  batallas de Austerlitz y Borodinó. Pero lo que alcanza cuotas de genialidad, de absoluta maestría narrativa, es la toma de Moscú por parte de las tropas napoleónicas. Tolstoi compara la capital rusa y sus habitantes, que huyen de ella, con un gran panal de abejas que ha perdido a su abeja reina,  donde una vez vacío y abandonado se convierte en un estercolero humano (huelga decir que la abeja reina de Rusia es el zar Alejandro).  La entrada de la soldadesca enemiga en Moscú es comparada, por el autor, al agua que se va filtrando por una zona arenosa provocando con ello el secamiento de dicha agua y el  enfangamiento de la arena (o sea el principio del fin de los soldados napoleónicos, prestos al pillaje y la quema y destrucción de la ciudad de Moscú) . Los tres vectores de la novela (las familias Rostov, Bolkonski y Bezujov) confluyen y divergen durante toda la narración, hasta llegar a lo increíble: Ficción e Historia quedan soldadas, fundidas sin ningún tipo de inverosimilitud.  Eso es lo que más impresiona de “Guerra y paz”, el hecho de que ya no sabemos donde acaba  la realidad y  empieza la imaginación del autor. Tolstoi no narra la  Historia sino que “hace Historia” y ésta fluye de su pluma de forma natural e imperceptible.
Sin duda hay momentos que te marcan como lector, y uno de ellos es la forma como Tolstoi narra  la agonía y muerte del principe Andrei Bolkonski bajo la tierna y sublimada  mirada de Natasha Rostova y la princesa Maria. 
El editor y la traductora de la presente edición que estoy leyendo (Mario Muchnick y Lydia Kúper) , traducida del original ruso en una nueva y rigurosa traducción al castellano, relatan que mientras traducían y editaban esta obra “no pudimos evitar (de Tolstoi)  maravillarnos de su idioma robusto, audaz; estremecernos ante su conocimiento del alma humana; hallando explicaciones recónditas pero explícitas de muchas actitudes, gestos y hasta sueños de muchos personajes, explicaciones que, en una lectura normal, pasan desapercibidas”.

Good bye Lenin. Dreamers. Las invasiones barbaras.

Quería advertir que en el año 2003 se estrenaron en nuestras pantallas tres películas – Goodbye Lenin, Dreamers (Soñadores) y Las invasiones barbaras-  unidas por un similar marco temático – la caída de las utopías o lo que es lo mismo el fracaso de las ideologías de izquierdas de transformación social surgidas en el siglo XX. Pasaré a analizar sucintamente cada película, expresando opiniones personales sobre las mismas:


1.- "Good Bye Lenin" del realizador Wolfang Becker se tiñe de comedia agridulce, posiblemente porque hubiera sido insoportable, para los ciudadanos de la extinta RDA,  plantear la caída del muro de Berlín de modo realista, a la manera pongamos por caso de un Ken Loach. Abundando en la “Ostalgie” – contracción de las palabras germanas “Este” y “Nostalgia”, es decir la nostalgia del este – Becker nos muestra  que pese a los estratosféricos errores de un estado dictado por lideres tan impresentables como Kronenberg, la Alemania comunista fue, en algún tiempo lejano,  un digno y legítimo intento de modificar los desajustes de talento, riqueza y ambición de la lógica de cualquier economía de mercado. De hecho la figura de la madre – no olvidemos que en el cine soviético posterior a la revolución   la madre adquiere la forma de icono revolucionario – es depositaria de  las características de lo puro e incontaminado de su país.  Mantener a la madre feliz en su parque temático “ostálgico” equivale a aislar de lo infame todo aquello que de digno y bello tuvo un día la vida de la antigua RDA.  Cuando descubrimos que un antiguo cosmonauta, héroe nacional en otro tiempo, se gana la vida como taxista en un país devorado por la pornografía y las hamburgueserías, podemos llegar a entenderlo todo. La madre – o lo que es lo mismo la Utopía- debe, metafórica y materialmente,  morir puesto que ya no tiene cabida en una realidad tan demoledora. El pulmón de acero en el que ésta ha vivido sus últimos días se resquebraja por todos lados. Lo que fue la RDA se reduce finalmente a una obsesión “ostálgica” de pepinillos leninistas,  inencontrables en el nuevo supermercado globalizado. Triste metáfora de una sociedad extinta convertida en fetichismo de consumo. 



2.- En "Dreamers" (Soñadores)  Bernardo Bertolucci también aísla a sus protagonistas de la realidad, situándolos literalmente en una placenta mental de compleja salida. Los tres protagonistas del filme tienen varios tics  propios de la burguesía izquierdista y urbana, presente en la Europa occidental de  la segunda mitad del siglo XX: la cinefilia, el izquierdismo  “de salón” o  “gauche divine” y finalmente, la humillante dependencia que estos jóvenes burgueses tenían de la economía familiar.
Cuando los dos hermanos parisinos y el amigo-amante “yankee”  retozan en el interior de una bañera y discuten sobre cine, sexo y el libro rojo de Mao, apreciamos que el “liquido amniótico” que los circunda  - el agua caliente que todo lo protege – opera como auténtico recipiente de supina inmadurez ideológica. El aislamiento suicida llega hasta tal punto que incluso éstos se refugian en una especie de cabaña en forma de sexo femenino cuyo interior adquiere la estructura de una placenta, en la que la protagonista conecta una manguera -cordón umbilical-  el cual no transporta la vida sino la muerte. En la que a mi modesto juicio es una de las  secuencias fundamentales del filme, el “amigo americano” le dice al hermano francés – actor-hijo de Phillipe Garrel – que si quiere realmente cambiar el mundo debe salir de su comodidad burguesa y hacer algo. En resumen, que defender el libro rojo de Mao  debe hacerse en la trinchera de la vida y no en un piso decadente de Paris. Paradójicamente en el momento de actuar – al final del filme-  en las calles de Paris, el americano renuncia a toda acción violenta.  Muchas otras cosas pueden decirse de esta infravalorada película de Bertolucci  (posiblemente el mejor filme del cineasta italiano en bastantes años), pero lo más relevante en mi opinión es el de representar la gran ingenuidad  ideológica de toda una generación, que habitaba física y psicológicamente en el  lado occidental del muro de Berlín, y que no supo ver que detrás de determinados “istmos” de izquierdas – maoísmo, trotskismo o estalinismo- se escondían realidades mucho más complejas.  En determinados medios de comunicación se ha presentado el filme como un acto de nostalgia sesentayochentista  de Bertolucci – posiblemente lo es, a modo de la “Ostalgie” de Becker – pero su diagnóstico es aterrador hacia su propia generación, puesto que Bertolucci  fue un miembro destacado de la “gauche divine” internacional. Se diría que como sucede con Good bye Lenin, Dreamers es la crónica de otro fracaso.  

3.- "Las invasiones Bárbaras" de Denys Arcand es de las tres películas la que mira más hacia el futuro, empezando por su título. Porque, ¿quienes son los bárbaros a los que se refiere el enunciado?. A medida que avanza la película nos damos cuenta de que todo aquello que representaba algo para el  personaje central del filme – Remy,  un sesentón, enfermo terminal en un hospital del Canadá Quebequés – resulta demolido y arrasado por lo que un sociólogo definiría como el “pensamiento único”. En la sociedad actual ya no tiene ningún valor real leer un libro de Primo Levi o Cioran, ir al cine y revisitar la obra de Godard o Tarkovski – por cierto es curioso como Godard es citado en casi todos los filmes comentados, su sombra es realmente alargada -  o escuchar la voz de Françoise Hardy o Jacques Brel. Cualquier analfabeto cultural puede perfectamente dirigir las riendas del planeta (vease Reagan o Bush), las corporaciones trasnacionales deciden el futuro de millones de trabajadores con la facilidad con la que el dedo humano presiona una tecla de un ordenador y el capitalismo puro y duro campa por sus respetos. Bueno, todo esto puede parecer exagerado pero es esto de lo que trata esta película. La muerte eutanásica del protagonista se nos antoja como la extinción - nuevamente suicida - de todo un mundo, de toda una civilización. Toda una generación sometida también a los “istmos” de la izquierda occidental parece barrida. Pese a ello hay un resquicio de esperanza en un personaje- la joven drogadicta  y chamán del protagonista -  que deviene  heredera universal de un patrimonio basado en Levi, Cioran, Godard etc. etc.    Es un contrasentido pero el filme más trágico de los tres acaba siendo el más optimista, puesto que siempre las nuevas generaciones pueden reemprender la cultura dejada por sus predecesores.

 

Experiencia (Experience, 2000). Autor: Martin Amis.

Experiencia (Experience, 2000).
Martin Amis
Editorial Anagrama
Traducción Jesús Zulaika.

He vuelto a reemprender la lectura de las “memoirs” de Martin Amis (hace dos años leí las primeras 180 páginas y abandoné el libro, no sé porqué), que llevan por título explícito e ilustrativo “Experiencia”. Leer a Amis es para mi un verdadero ejercicio de relajación psicológica, así como de placer intelectual de primer orden. El autor articula su libro-biografía en varios carriles temáticos:

1.- La relación –emotiva, difícil y sincera-  con su padre, el también escritor Kingsley Amis. Kingsley fue un padre atípico. Hay momentos en los que Martin lo describe casi como si éste fuera su hijo y no su padre.

2.- El impacto y sumo dolor que el autor - y  toda su familia- sufrió con la desaparición y muerte de su prima Lucy Partington (Lucy fue asesinada por un asesino en serie. Desapareció en 1973 y no supieron nada de ella hasta veinte años después, al encontrar sus restos en el domicilio del asesino).

3.- Los problemas de ortodoncia que a Amis le supusieron una auténtica tortura física y psicológica.

4.- La admiración (yo diría incluso veneración) hacia los escritores Vladimir Nabokov y Saul Bellow. Concretamente Saul Bellow se convierte en una especie de padre literario de Amis.

5.- La ruptura con su amigo Julian Barnes. Amis era cliente de la esposa de Barnes (ésta era su agente literaria) y al cambiar de agente le supuso una especie de cisma con el matrimonio amigo.

6.- El descubrimiento de un hija secreta de diecinueve años.

7.- La decadencia física y psíquica de su padre – sufrió una severa demencia senil cercana al alzheimer-, así como su muerte. Posiblemente las páginas más bellas y emocionantes del relato; y en las que Amis vierte todo su amor y dolor. Es en este momento cuando el autor entiende realmente lo que supone ser padre (mucho más que el hecho de ser hijo, ya que lo que realmente es difícil es ser un buen padre).

Martin Amis es un gran escritor,.
Inolvidables los pasajes en que el autor relata su arcádica infancia en las agrestes playas de Gales (Swansea), en las secas y ardientes calles de Málaga y Mallorca, su adolescencia en Oxford, su madurez en Londres y Nueva York. Para tal cometido Amis emplea todo tipo de recursos narrativos: la epístola (cartas a su padre y madrastra), la literatura de viajes (impagables sus accidentados  viajes adolescentes por España, Francia y Estados Unidos) ,  la caracterología novelesca de su familia (su padre se nos antoja un personaje Powelliano y su madre una valiente nómada victoriana descubridora de nuevos países;  su prima Lucy se nos aparece como una verdadera heroína de una novela de terror).
 
Unas memorias espléndidas, originales y muy bien escritas. Muy recomendables.