Don DeLillo
Americana (1971)
Editorial Circe
Traducción Gian Castelli.
“Hay
un motel en el corazón de cada hombre. Allí donde la autopista comienza a
dominar el paisaje, más allá de los límites de la ciudad inmensa y repetitiva y
próximo a alguno de los principales centros de salidas y llegadas: allí es
donde más probablemente se encuentra. Postales de su propia imagen sobre el
mostrador. Un centenar de dormitorios herméticos. Las cuatro estaciones del año
conservadas en un bote de aerosol dentro del armario de las medicinas. Al verte
interminablemente repetido de camino a tu habitación, es fácil que olvides
quién eres; puedes sentarte en al cama y convertirte en “hombre sentado en la
cama”, una abstracción capaz de competir en la infinitud misma; de tales lugares y momentos emerge el
caos moderno hasta alcanzar el nivel de la matemática pura. A pesar de su
tamaño considerable, el motel aparece como algo temporal. Puede que esta sensación
emerja simplemente de la certeza de que nadie vive aquí más de uno o dos días
seguidos. Por otra parte, también podría explicarse por la ubicación del motel,
por esa ventosa sugerencia de misterio que rodea un edificio solitario
edificado en lo que en otro tiempo era una ciénaga; del lago o bahía sopla una
fría galerna, la luz del sol destella sobre los extremos de las alas de
aeroplanos distantes, los patos viran en contra del viento y no se divisa el
menor signo de presencia humana a pie. El motel parece construido
exclusivamente con baldosas de baño. Las sábanas están frías y levemente
húmedas. Hay demasiadas perchas en el armario, como si la dirección intentara
compensarnos por una secreta carencia demasiado lamentable de imaginar. De las
diminutas asperezas de la pared emana el susurro constante y casi insoportable
de la ventilación. Y con todo, a pesar de sus menoscabos espirituales, éste no
es el peor de los lugares. Encarna una repetición tan irresistible y tan
insistente que hace posibles la liberación y el rescate, ya que no la libertad;
poseído por el caos, te trasladas a territorios más difusos, alcanzas el
refinamiento y la integridad, y te conviertes, si así lo quieres, en el hombre
de la cama de la habitación contigua. La cabaña del bosque, la suite de
habitaciones malva, el tugurio que hay encima de la casa de empeños, el
apartamento prestado... son todos demasiados personales: son el instante
irrepetible. Los hombres conservan firmemente el motel en su corazones; aquí
fluye el sueño de la confluencia entre los viajes y el sexo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario