La isla (L´isola). 1942
Giani Stuparich
"Efímeros clamores de voces humanas se desprendían de vez en cuando de aquella poderosa coral y eran dispersados por el viento. El establecimiento de baños, con sus embarcaderos y sus cabinas de colores, con la superficie del agua punteada de bañistas como si fueran calabazas, parecía un juguete arrojado allí descuidadamente por las olas.
Giani Stuparich
"Efímeros clamores de voces humanas se desprendían de vez en cuando de aquella poderosa coral y eran dispersados por el viento. El establecimiento de baños, con sus embarcaderos y sus cabinas de colores, con la superficie del agua punteada de bañistas como si fueran calabazas, parecía un juguete arrojado allí descuidadamente por las olas.
Por primera vez padre e hijo se miraron a la cara y, ajenos a sí mismos, hicieron que aflorara de la tristeza una genuina sonrisa y hablaron, intercambiando expresiones de maravilla ante aquella vista.
- ¿El abuelo murió pronto?
- Murió joven. Yo acababa de cumplir los catorce años. Son las mujeres las que más aguantan; los hombres por aquí o perecen o se consumen antes.
- ¿El abuelo murió pronto?
- Murió joven. Yo acababa de cumplir los catorce años. Son las mujeres las que más aguantan; los hombres por aquí o perecen o se consumen antes.
El alboroto de los bañistas continuaban por debajo de ellos; en la amplia terraza todavía no había nadie; pero ya los camareros preparaban las mesas para la comida.
- En aquellos tiempos –prosiguió el padre- no existía este establecimiento de baños, no existían siquiera esas casas que ves aquí y allá entre los pinos. El sitio era de lo más salvaje; más poblado el bosque y todavía más ensordecedoras en verano las cigarras. A mí esta pequeña ensenada me parecía un golfo abierto e infinito, el mayor golfo del mundo.
- En aquellos tiempos –prosiguió el padre- no existía este establecimiento de baños, no existían siquiera esas casas que ves aquí y allá entre los pinos. El sitio era de lo más salvaje; más poblado el bosque y todavía más ensordecedoras en verano las cigarras. A mí esta pequeña ensenada me parecía un golfo abierto e infinito, el mayor golfo del mundo.
(…)
En el barco , el padre quiso permanecer en cubierta para despedirse de su isla; luego bajó a la cabina.
El hijo vio empequeñecerse la isla, desvanecerse en el horizonte bajo el inmenso resplandor del mar. Fue aquel el primer momento en el que tuvo la conciencia precisa y simple de lo que perdía al perder a su padre.”
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